El sistema de cooperación está siendo reformado por primera vez en 20 años. La dirección en la que vaya avanzando, será determinante para la protección (o la no protección) de los Derechos Humanos, del planeta y garantizar la igualdad de oportunidades para las personas.
En la construcción de esta nueva cooperación, es crucial contar con el enfoque feminista; una mirada que empape todas las propuestas que se realicen y que debe ir más allá de la cooperación para guiar a las políticas públicas.
El concepto de cooperación feminista sigue en construcción a través de la revisión constante y el autocuestionamiento. Y es que esta, no se limita únicamente a la mera cooperación, sino que interpela a la política exterior en su conjunto. Debe aprender de los saberes de otros lugares del mundo, reconocer que hay otras formas de desarrollo más allá de las hegemónicas.
El Gobierno debe garantizar que su política de cooperación responda a este enfoque transformador. Además, debe asegurar que su política exterior también se ve empapada por esta propuesta a través de la promoción de políticas de paz y respeto de los Derechos Humanos tanto dentro como fuera de nuestras fronteras y garantizar derechos de las mujeres en situaciones más extremas, como las empleadas del hogar o las migrantes, a través de la aprobación de leyes que garanticen de manera específica los derechos de las mujeres en su diversidad.
También es importante que la nueva estrategia de cooperación feminista llegue a la cooperación descentralizada. Recordando, que nada de esto podría realizarse sin fondos específicos suficientes ni estructuras que cuenten con el conocimiento necesario para llevarlo a cabo. Es imprescindible apostar por el personal especializado en los distintos espacios de la Administración y contar con evaluaciones que permitan determinar si lo que se va realizando responde realmente a los objetivos del enfoque feminista.
Las ONGD debemos revisarnos y ser conscientes de lo que debe cambiar. Una de las principales dificultades con las que nos encontramos es superar el enfoque de género en desarrollo, que, aunque es útil, resulta insuficiente para abordar los complejos retos actuales: racismo, explotación de la naturaleza, desigualdades… pero nos lleva a poner el foco en las relaciones de poder que establecemos con las organizaciones feministas de otros países o del Estado español.
Apostar por una cooperación feminista contribuirá a garantizar derechos de manera universal, especialmente en un contexto en el que los movimientos fundamentalistas y coercitivos van ganando espacio. Es muy importante mantener la atención de forma permanente para que no se produzca ningún retroceso en materia de derechos y capacidades de actuación de las mujeres en ningún lugar del mundo. Y, en este sentido, la cooperación feminista, construida con los diversos saberes de las mujeres de todo el planeta, tiene mucho que aportar.
Ana Suárez González
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